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BURGOS Y MÉXICO; Pláticas de café (cuentos)

Pláticas de café

Cuentos


BURGOS Y MÉXICO


La noche resonaba con el estruendo de cohetes y el cielo deslumbraba con destellos de luces multicolores.


Las calles se desbordaban de gente, los rostros iluminados por la emoción patria y las risas que surgían como oleadas en medio del bullicio festivo. Era el Grito de Independencia, y aunque la algarabia envolvía cada esquina, Inocencio Burgos Montes. conocido entre sus cercanos simplemente como Burgos, observaba desde la distancia, con una cerveza en la mano y una mezcla de sentimientos que le nublaban el pensamiento.


Habia llegado a México siendo apenas un niño, su familia arrastrada por las brumas del exilio, huyendo de un pasado que parecía siempre estar demasiado cerca, a pesar de la distancia y los años. Su padre, hombre de firmes ideales y mirada perdida. había sido expulsado de España, dejando atrás más que tierra y recuerdos, dejando pedazos de sí mismo.


Burgos creció entre dos mundos, ninguno completamente suyo. Aprendió a amar las tortillas y el mole, pero el sabor de la fabada aún visitaba sus sueños. Hablaba con ese dejen cantarín que delataba su origen ibérico, aunque cada palabra era ya parte del extenso mosaico lingüístico mexicano. Se sentía parte de este pueblo vibrante, lleno de contrastes y pasión, pero en días como este, cuando la patria se vestía de verde, blanco y rojo, no podía evitar sentirse también un espectador; un alma en tránsito permanente.


En ese momento, mientras los gritos de "; Viva México!" ascendían hacia las estrellas, Burgos sintió cómo el peso de su historia personal lo ataba a una tierra que no terminaba de reclamarlo del todo, a pesar de haberle dado refugio, educación y un nuevo comienzo.


«Los exiliados, somos seres suspendidos en el tiempo, corazones divididos que laten al compás de dos himnos diferentes», pensó. Burgos, alzó la vista hacia el cielo nocturno, dejando que los fuegos artificiales pintaran sus retinas de amor patrio.


Esa noche, como muchas otras, Burgos brindó por su España distante y por México, su hogar prestado.


«Soy la suma de mis pérdidas y mis hallazgos, por eso construyo día a día mi lugar en este país», reflexionó. En el fondo, Burgos sabía que la verdadera independencia la encontraría en la conciliación de su pasado con su presente, en aceptar que no era ni de aquí ni de allá, sino de algún punto indefinible donde se cruzan los caminos del migrante obligado y del patriota. Y así, bajo la celebración de la independencia de una nación que no era la suya pero que lo acogió, Burgos encontró su propia libertad.


FIN…


Por: Lisi Esnaurrizar.

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